Iban un anciano y su nieto de ocho años a lo largo del sendero, de vuelta a casa. El niño sobre un burro y su abuelo andando. Entonces se cruzaron con un grupo de caminantes, a quienes les escucharon expresar su disgusto:
--Qué desconsideración, cuánto desparpajo, ese pobre anciano arrastrando los pies y el jovencito, tan orondo, tranquilamente montado en el burro...
El abuelo entonces le preguntó al nieto si estaba de acuerdo con lo que había escuchado, a lo que el niño asintió. Así que decidió desmontar al nieto y montarse él. Mientras avanzaban, el nieto tirando del burro y el abuelo montado, se cruzaron con nuevos caminantes, quienes comentaron airados:
--Menuda mala educación, qué abuso, mira que ir montado ese zangandongo en el burro mientras deja caminando a un pobre niño…
El abuelo entonces le preguntó al nieto si estaba de acuerdo con lo que había escuchado, a lo que el niño asintió. Así que los dos viajaron montados en el burro, hasta cruzarse con otros caminantes. En esta ocasión, como en las otras, escucharon sus críticas:
--Menuda crueldad, mira que ir montados los dos en ese pobre animalito, ¿lo querrán reventar?
De manera que abuelo y nieto decidieron tomar una decisión drástica: Caminar ambos mientras el burro andaba sin peso alguno encima. No habían avanzado más allá de unos pocos metros, cuando escucharon una nueva serie de críticas de un nuevo grupo de caminantes:
--Miren a esos dos con la lengua afuera, qué tontos, con un burro en propiedad y ninguno lo monta.
Así que el abuelo, después de pensar un buen rato, le dijo a su nieto:
--Ya ves que hay que tener opinión propia y no hacer mucho caso de lo que diga la gente.
Adelántate en la vida y no mires demasiado a los costados. Hay más opiniones en este mundo que peces en el océano.